lunes, 14 de diciembre de 2015

Una mujer dispuesta a romper barreras

Anabel, afectada por una lesión medular, será madre en enero tras diez años de lucha por quedarse embarazada

 

CUANDO la enfermera le llamó al móvil para decirle que estaba embarazada no se lo podía creer. Anabel llevaba tanto intentos frustrados que había perdido la esperanza. “Pero sonó la flauta”, dice riéndose esta mujer que padece desde hace diez años una lesión medular, lo que le obliga a desplazarse en silla de ruedas. Así que es lógico que ahora se sienta “tan feliz y tan a gusto” que “se me está haciendo corto el embarazo”. A ese estado de bienestar también ha contribuido que no haya tenido ningún tipo de complicaciones en la gestación. “Ni náuseas, ni mareos, nada de nada”, dice. A Anabel lo único que le preocupa es el futuro. “Me da un poco de miedo el después”, afirma. ¿A qué se refiere? “A que no sé si voy a poder llevar a mi bebé a la guardería con mi coche, si voy a poder acceder al parque con él cuando quiera jugar...”, contesta. Por eso, en el vídeo que ha hecho Fekoor (Federación de Asociaciones de Personas con Discapacidad Física y/u Orgánica) para sensibilizar a la sociedad, Anabel dice que “me gustaría ser una madre como las demás”. También le preocupa la barrera arquitectónica que se encuentra todos los días en el edificio donde vive, en Portugalete, ya que no tiene ascensor. Para poder superarla ha puesto en venta la vivienda, pero lleva tres años sin tener una propuesta definitiva.


Anabel tenía 26 años cuando comenzó a sentir “un dolor en la columna y a arrastrar la pierna”. Recuerda que “me tenía que apoyar en el lavabo al asearme porque había momentos en los que me fallaba la pierna y pensaba que me caía”. Le llegaron a ingresar en el hospital, “pero nadie veía nada”, dice. Y tras muchas pruebas y más de un mes hospitalizada le diagnosticaron una inflamación de la médula y una hernia. Resultado de todo ese proceso fue que Anabel se quedó con una discapacidad de un 65%. “De ser una chica muy normal, una persona muy activa”, dice, “pasé a las muletas y a la silla de ruedas”. Pero eso no fue obstáculo para que Anabel abandonara su puesto de trabajo porque por algo había estudiado en la universidad Graduado Social. Cuando le detectaron la enfermedad trabajaba en una cadena de supermercados. Y tras superar la enfermedad cambió de empleo. “Estuve unos meses en Arthur Andersen, pero parece ser que el hecho de que una persona con muletas atendiera a los clientes no les parecía muy representativo de la entidad”, señala. “Así que me mandaron un precioso ramo de flores y, debajo, los papeles del despido”. Pero no se vino abajo. Buscó otras oportunidades laborales. Las encontró en Bizkel (Asociación de Lesionados Medulares de Bizkaia) y Fekoor. En todas ellas aportó sus conocimientos de gestión y administración. Así hasta que se enteró, “gracias a los sindicatos”, de que Aena convocaba 85 plazas en todo el Estado reservadas a discapacitados. “En Bizkaia nos presentamos 96”, recuerda, “y, cosas de la vida, saqué la segunda, pero como la primera no presentó méritos, me quedé con la plaza, y eso fue increíble, me cambió la vida”. Desde entonces, de eso ya hace cuatro años, va feliz al aeropuerto todos los días. “Es que tengo un trabajo donde se me valora, me aprecian y me tratan muy bien”, señala. Además, resalta que “me piden opinión para muchas cosas relacionadas sobre la discapacidad”.


Embarazo
 
En paralelo a esa fructífera carrera laboral discurría otra más íntima, pero sin tanto éxito, la relacionada con la maternidad. Tras casarse hace diez años, el mismo tiempo que Anabel lleva en silla de ruedas, tanto su marido, Aritz, como ella querían “ser una familia”. “Primero empezamos a buscarlo de forma natural, pero como no... fuimos a Cruces al Servicio de Reproducción Humana”. Tras una primera consulta descorazonadora con una doctora “que me preguntó si quería tener un hijo para que me cuidara”, comenzaron el tratamiento con otro doctor del mismo equipo. En esas estaba cuando le detectaron un tumor en el útero. “Me quitaron un ovario y parte del útero”, recuerda. Pero una vez recuperada, retomó el tratamiento. Tampoco prosperaron los tres intentos in vitro que permiten someterse en la sanidad pública. Así que, agotado el cupo, se pasó a la privada. Pero también fracasó, exactamente en otros ocho intentos más. Hasta que, a punto de abandonar, ya con 41 años, el médico que les atendía en la clínica les dijo que tenían que decidir sobre qué hacer con dos embriones que tenían congelados. Sin ninguna esperanza se sometió al tratamiento, hasta que le llamó la enfermera.

http://m.deia.com/2015/12/14/bizkaia/bilbao/una-mujer-dispuesta-a-romper-barreras

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